19 septiembre 2011

BIENVENIDOS AL FESTÍN

Título: ALMANAQUE COMESTIBLE
Autor: VV. AA.
Editorial: EDICIONS DE PONENT
Páginas: 48
PVP: 18 €

Desde la primera página hasta la última, o, mejor dicho, de la cubierta a la contracubierta, Almanaque comestible es un gozo continuo. Tebeos como este son los que lo ayudan a uno a sacar pecho y presumir del vicio. Porque tiene el citado álbum desvergüenza y creatividad a raudales, y es radical en su planteamiento, que no es otro que deleitar, procurando la reflexión y defendiendo de paso la voz propia de cada uno de los autores que desfilan por este jugoso menú para gastrónomos; lo que debería ser normal, convertido en excepción.
La nómina, con el impagable Micharmut al frente –no sólo en cubierta sino también en portada–, incluye a los siguientes, por orden de aparición: Pablo Auladell y Pedro F. Navarro –que adaptan “libérrimamente” el primer capítulo de A contrapelo, de Huysmans, y esto ya es indicativo del tono del conjunto–, Keko, Hernández Cava, Gustavo Rico, Jorge García, Txemacantropus y Cifré, más el ya dicho Micharmut, que además de las estampas citadas, ilustra a Cava y se marca un plato en solitario. Difícilmente se puede escoger mejor plantel, porque no están todos los que son, pero sí son todos los que están, y el resultado de la antología, vaya que sí, es antológico. Se podría destacar algún guisado, pero es que realmente merecen la pena todos, y todos son muy sabrosos. Hay una lectura lúdica –son tebeos, señores– y también una lectura de la realidad que lo deja a uno estremecido, con el ánimo intervenido, como después de toda comida que se precie, de todo lo bueno, si se quiere.
Por animarles al festín, les cuento que hay aquí un cerdito bailando al ritmo de un acordeón, y un pollo que fuma en pipa por la tripa. Y varios señores distinguidos se reúnen para celebrar, comiendo, la pérdida de la virilidad de un joven barón, y se repasan los menús de diversos condenados a muerte en la tejana prisión de Huntsville, y se rememoran las hambrunas ideológicas de antes, durante y después de la guerra de independencia, paliadas con gachas de almorta y fanatismo, y se ve también a Leonardo, fabricando un veneno para el papa Borgia. Hay mejillones que salen del mar y saltan con garbo al montón de la pescadera, y un banquete, primero pintado y luego pintarrajeado una vez y otra, y se cita el Génesis, pero en realidad se está hablando del hambre, o mejor dicho del Hambre, esa de la España que se inventó el franquismo. Y no es que se me haya olvidado hablarles de la historieta titulada Phil se queda sin comida, es que me la he saltado para citar una frase suya al final: “¿Cómo podemos mantener la calidad tan alta incluso en tiempos tan difíciles como este?” Eso digo yo, ¿cómo es posible?
Se necesita talento, el que aquí discurre a raudales. Se necesita fe, porque a nadie le ha sacado nunca de pobre dar sin esperar nada a cambio. Se necesita quien se deje los cuartos, que en este caso, como casi siempre, es De Ponent, a quien un día habrá que poner un monumento. Y se necesitan lectores, comensales, sin los que nada de esto tiene sentido. Son 18 euros, dos menús del día –o tres, si se va uno al chino–. Si se lee tres veces ya ha merecido la pena. Se puede prestar, leer en voz alta, compartir, releer, regalar… Y no pierde su valor nutritivo.

Javier Fernández

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