15 febrero 2010

SANGRE, SUDOR Y TINTA

Título: WAR STORIES. A GRAPHIC HISTORY
Autor: MIKE CONROY
Editorial: HARPER COLLINS
Páginas: 192
PVP: 24,99 $

Casualidad o no, con esto del auge de la novela gráfica la bibliografía sobre tebeos ha crecido de lo lindo, para gozo y solaz del que suscribe -no esperen un dato erudito al respecto, fíense de la impresión de un perro viejo-: proliferan biografías, monografías, publicaciones sesudas y pasquines encuadernados, repasos generales a la historia del medio o repasos parciales como el que les comentaré a continuación, este bonito pero escueto análisis ilustrado que reseña -parcialmente, todo hay que decirlo- el devenir del género bélico en viñetas, fértil donde los haya.
Y donde digo parcial quiero decir incompleto, como era de prever. Está firmado por Mike Conroy, el fundador de los premios Eagle, y la contraportada reza: “Desde que existen los comic books ha habido tebeos de guerra. War Stories: A Graphic History es el primer libro que examina este género en profundidad”, lo cual, habida cuenta del contenido, resulta pelín exagerado. El libro retrata una pila de tebeos estadounidenses y británicos, y poco más. Vienen un par de ejemplos del resto del orbe, eso sí, extraordinarios: C'Etait la Guerre des Tranches, de Jacques Tardi, y Hadashi no Gen, de Keiji Nakazawa. Puestos a elegir al tuntún, qué duda cabe que Conroy tiene buen gusto.
El asunto está articulado en siete capítulos, el primero de los cuales, Historical Hostilities, se ventila los miles de años de historia que preceden a los primeros conflictos estadounidenses, indios, colonos, sureños, yankis y demás, qué les voy a contar que no sepan ustedes ya de memoria. Luego vienen las dos guerras mundiales -a la segunda se le dedican dos epígrafes, uno desde la perspectiva gringa y otro desde la británica-, la guerra de Corea y Vietnam -ambas al alimón- y la cosa acaba con el comentario a los Modern Day Conflicts, esto es, el 11-S, Bagdad, Sarajevo y algún que otro marrón protagonizado por los entrañables adictos al te o a la coca-cola de vainilla. Pero centrémonos, ya les dije que el libro era bonito.
Y lo es precisamente por la sobresaliente nómina de autores anglosajones que, a lo largo de las décadas, han retratado esa fijación tan nuestra por reventar al contrario. Reed Crandall, Jack Jackson, John Severin, Joe Kubert, Harvey Kurtzman, Will Eisner, Jack Kirby, Jack Davis y Russ Heath son sólo un puñado de la portentosa legión de historietistas -no va con segundas- incluidos aquí; tantos, que cuesta trabajo escoger diez nombres a modo de ejemplo. Ahí iban nueve, el décimo hubiera sido Milton Caniff si Conroy no se hubiese olvidado de él. Una lástima. A cambio vienen tres maravillosas páginas de nuestro Raúlo Cáceres justo enfrente de una muestra del trabajo de Wally Wood. Sólo por eso merece la pena la libro. Bueno, a ver, no sólo por eso, no vayan a pensar que lo de Conroy es un tributo a la estupidez humana, es un homenaje al inagotable talento de los que la transformaron en narración gráfica y entretenimiento. En arte, vaya.

Javier Fernández

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